Me siento incómoda en medio de la muchedumbre indignada y reivindicativa. Dividida entre sentimientos dispares. Por una parte, emocionada por tener el sentimiento de formar parte de un pueblo solidario y unido por una misma causa. Pero por otro lado, profundamente escéptica ante estas exaltaciones momentáneas de un pueblo enfurecido que busca con ardor un enemigo al que atacar y odiar y que demasiado a menudo se olvida de que culpables somos TODOS. Soy la primera en mi día a día en tragar cosas en el trabajo y en no decir nada por miedo a... Soy la primera en ir a comprarme una camiseta en Zara por 5 euros y en olvidar que si esa camiseta me cuesta tan barata es porque probablemente en algún lugar del planeta alguien esta trabajando por nada y en condiciones probablemente infrahumanas. Soy la primera en coger un avión en cuanto tengo 4 días libres para ir a descubrir el mundo. La primera que no siempre recicla. La primera que prefiere pasar un sábado con los amigos en una terraza tomando una caña en vez de comprometerse con alguna asociación de utilidad publica. La primera que se queja con los impuestos. Y la primera en pagar las consecuencias de los millones de hogares que se han endeudado hasta el cuello por querer abarcar más de lo que podían y que ahora le echan la culpa a los bancos, a los políticos, los constructores, los ayuntamientos y toda esa mafia española del ladrillo que nos ha hecho llegar aquí. TODOS JUNTOS cogidos de la mano.
jueves, 29 de marzo de 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
Mi amigo Pepe...
Hoy, tengo ganas de dedicarle esta entrada a un amigo mío al que siempre he apreciado muchísimo. Lo conocí por mi amiga Isa cuando éste decidió venir a Barcelona a estudiar a la Hoffmann. Venía cada fin de semana desde Canarias y cada viernes quedábamos en la Plata para comernos unas sardinitas, tomarnos unos cuantos vinos y ponernos al día. Su plan era sencillo: acabar la Hoffmann, formarse como cocinero y abrir un restaurante en su querida isla, frente al mar. Yo ya me veía allí, junto a la cristalera de su recién inaugurado restaurante disfrutando de una deliciosa comida y de un fabuloso día de sol con él y con Isa.
Pero las cosas no siempre salen como queremos. Mi amigo Pepe falleció hace 5 meses. De esto me enteré hace 4 y lo primero en que pensé fue en ese sueño suyo, ese restaurante que solo existía en la imaginación de aquellos que lo conocían. Y obviamente en que no había tenido la oportunidad de despedirme de él. Negligencia mía quizás por no llamar para ver cómo estaba a sabiendas de que ya estaba enfermo. No lo sé y la verdad ya no importa. Simplemente, quisiera aprovechar este blog para despedirme de él y rendirle un pequeño homenaje. Decirle que siempre recordaré su simplicidad, su buen humor, su generosidad y su sutil sentido del humor y que desde aquí pienso disfrutar cada instante de mi vida por mí y por los que ya se han ido. Desgraciadamente, demasiado pronto.
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