lunes, 13 de febrero de 2012

Homogeneidad/ heterogeneidad.

Te crees que eres abierta pero en realidad no lo eres tanto, te das cuenta de que tienes prejuicios, cosas que te parecen bien, guays, cools y otras no tanto. Te das cuenta de que a fuerza de estar siempre rodeada de la misma gente que más o menos comparte tus mismas aficciones, te has ido metiendo en un mundo escueto y delimitado, bíblico y conservador. Y de repente basta un encuentro, una conversación, una anecdota a miles de años luces de tu vida para recordar cuan grande es el mundo y cuan variados son sus habitantes. Y sí, no importa si a ese chico con el que estás tomando algo no tiene ni idea de quién es François Truffaut o que tampoco sepa apreciar un buen vino o peor aun que le guste ir el sábado noche a cenar a un centro comercial... Al fin y al cabo sus hobbies son diferentes y su vida no tiene nada que ver con la tuya pero ¿no es eso interesante, divertido, enriquecedor y lo gracioso de vivir en un mundo con centenas de nacionalidades diferentes?
Esto me hizo recordar los 15 meses que viví en NY y en los que estuve rodeada de miles de nacionalidades diferentes. Gente con la que no siempre tenía mucho en común pero que al fin y al cabo contribuyeron a hacer de mí una persona un poco más abierta y con intereses más diversificados.
NY, esa ciudad que te engulle en su vorágine para luego devolverte a la triste homogeneidad de cualquier otra ciudad del mundo. Incluso Barcelona. Incluso mi Barcelona.